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miércoles, 14 de diciembre de 2011

LA CRISISDEL ANTIGUO RÉGIMEN

LA CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN
Carlos IV accedió al trono en 1788 e intento mantener la política reformista que había llevado a cabo Carlos III, con la que había conseguido estabilidad política y una relativa prosperidad económica. Prueba de ello fue la continuidad del ilustrado conde de Floridablanca al frente del gobierno.
La situación cambio pronto. Por una parte, el estallido de la Revolución Francesa provocó el temor de las clases dirigentes españolas. Aceptar el nuevo régimen instaurado en Francia, una monarquía constitucional, suponía poner en peligro los privilegios de la monarquía y la aristocracia en el resto de los Estados europeos. Por otra parte, también se iniciaron ciclos de epidemias y malas cosechas que desembocaron en crisis de subsistencia.
Además de por la fuerte crisis socioeconómica, el reinado de Carlos IV estuvo marcado por una mala política exterior que debilitó a España como potencia internacional y por una grave crisis de Estado que supondría el destronamiento del monarca y la invasión francesa del territorio peninsular en 1808.
A pesar de todo, la inestabilidad no desembocó en una revolución como la de 1789 en Francia, a causa del gran poder de la aristocracia y el clero, y la escasa fuerza de los grupos capaces de impulsar los cambios necesarios para transformar las estructuras del Antiguo Régimen.
Ante el miedo a que se extendiera la Revolución Francesa, Floridablanca llevo a cabo una fuerte política represiva. Cerró las fronteras y rompió las relaciones con Francia con la intención de frenar la entrada de propaganda revolucionaria; también censuró las publicaciones y frenó la aplicación de reformas. En realidad, sólo consiguió crear un clima de tensión y limitar las posibilidades de cambios en el Régimen Absolutista de Carlos IV.
El sucesor de Floridablanca, el conde de Aranda, intentó frenar las hostilidades hacia el nuevo régimen francés en virtud del pacto de familia establecido entre los Borbones de España y Francia. Pero la muerte del Rey francés Luis XVI en la guillotina (1793) y la instauración de una república en aquel país provocó que el gobierno de España,. Dirigido desde finales de 1792 por Manuel Godoy, se uniera a la coalición de monarquías absolutistas europeas que declararon la guerra a la Francia revolucionaria.
Este conflicto, llamado la guerra de Convección (1793-1795), afectó principalmente a las áreas fronterizas de Cataluña, Navarra y el País Vasco. Finalmente, los problemas internos de España y las derrotas militares obligaron a Godoy a firmar la Paz de Basilea (1795), por la que España recuperaba los territorios ocupados a cambio de la cesión de Santo Domingo y de concesiones comerciales a Francia.
Un año más tarde, Godoy firmó el Tratado de San Ildefonso con Francia, ante el constante peligro de invasión. En él se establecieron acuerdos de auxilio mutuo y se garantizó la integridad territorial de ambos países, aunque en realidad España quedó definitivamente subordinada a los intereses políticos franceses. La primera prueba de este hecho fue su implicación en una guerra contra el principal enemigo de Francia: Gran Bretaña (1797-1801), de la España salió derrotada.
Los gastos de la guerra y el bloqueo del comercio colonial llevado a cabo por los británicos agravaron la crisis económica.
La proclamación de Napoleón como emperador (1804) repercutió negativamente en la estabilidad política peninsular.
Desde 1803, España era un estado tributario de Francia y, en cumplimiento del Tratado de San Ildefonso, tuvo que participar en una nueva guerra contra Gran Bretaña (1804-1808). La intervención española terminó con la pérdida de la armada en Trafalgar (1805).
Esta derrota afectó profundamente al comercio español de ultramar y, como consecuencia de ella, descendieron los ingresos del Estado; también se vio perjudicada la industria española, debido al descenso de las exportaciones. Todo ello provocó un gran malestar social.
El malestar afectó a todos los estamentos. Las clases bajas sufrían una grave situación de miseria. El clero se vio perjudicado, en parte, por las medidas desamortizadoras que intentó aplicar Godoy para sufragar la deuda del estado. La aristocracia no aceptaba a Godoy a causa de sus orígenes sociales, de su condición de favorito de la reina María Luisa de Parma y de su política exterior, que había situado a España en el órbita de Francia.
Se creó, pues, una actitud hostil hacia Carlos IV y el Gobierno de Godoy, que tuvieron que enfrentarse a las conspiraciones que pretendían dar el trono al heredero, el futuro Fernando VII.
En este ambiente de crisis interna, Napoleón presionó, con el objetivo de conseguir el apoyo español para invadir Portugal, puesto que era una base importante y un aliado para combatir al Reino Unido. Con esta intención, se firmó el Tratado de Fontainebleau en 1807. En él se acordaba la conquista de Portugal y su división n tres zonas: el norte sería para compensar las pérdidas territoriales de los reyes de Etruria, el centro para los reyes de Portugal y el sur se convertiría en el principado de los Algarbes, destinado a Godoy. Pero la realidad fue que Napoleón utilizó el Tratado para invadir la Península.

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